Tras descansar en el hotel, nos vino a recoger un chófer de la compañía Aloe Car Hire y nos llevó directamente a firmar los papeles con Surita, la dueña. Nos explicaron todo perfectamente, nos hicieron una demostración de cómo montar y desmontar la tienda de campaña que llevaríamos en el techo y dos horas después estábamos ya en camino.
Nuestra primera parada fue en un Spar, cadena muy presente en Sudáfrica y Namibia, con unos supermercados enormes. Llenamos la nevera y pusimos rumbo a Spizkoppe, un grupo de picos de granito que se elevan hasta los 1784 metros que bien merecen una visita.
Cogimos la B1, en la que había bastante tráfico, sobre todo de camiones, y obras en las zonas cercanas a Windhoek, pero nada complicado. Aloe Car Hire tenía instalado una especie de GPS que les enviaba constantemente nuestra localización y la velocidad a la que nos movíamos y nos hicieron hincapié en que no superáramos los 80km/h, así que poco a poco.
Sólo tardamos unas horas en llegar a Spitzkoppe, viendo por el camino un montón de Pumbas en los bordes de las carreteras y, como en todo el viaje, llegábamos sin reserva por lo que fuimos a preguntar al Spitzkoppe Rest Camp si tenían sitio. No hubo ningún problema, de hecho no había mucha gente. Pagamos 150$ por persona y entramos al parque a buscar el rincón que nos apeteció, junto a unas rocas maravillosas.
En este camping no teníamos elecricidad, con lo que la nevera perdió un poco el frío, pero nada grave y a cambio teníamos unas vistas tanto del atardecer como después del cielo estrellado que eran una pasada. Un lugar mágico.
Tras el atardecer, nos colocamos nuestras linternas frontales (la luz baja muy rápido), montamos por primera vez la tienda del techo y nos hicimos unos macarrones para cenar.
Tanto a este parque como a la gran mayoría en Namibia, al menos en la época que fuimos (julio) se podría haber accedido sin ningún problema con un turismo normal.